Elecciones Estados Unidos

Análisis

Ignacio Liendo

Por Héctor Lorenzo, Corresponsal de Cadena 3 en Italia

El Vaticano recela de los abortistas y de los que quieren levantar muros

El “menú” de propuestas de los candidatos demócrata y republicano a la Presidencia de los Estados Unidos no responde, para la doctrina y tradición de la Iglesia que representa Francisco, a la mejor “cocina” política. Basta pensar en el disenso explícito que tienen Hillary Clinton y el Papa Francisco en un tópico central para ambos, como es el aborto, por un lado, y en las afirmaciones explícitas que realizó el Papa contra las ideas migratorias de Donald Trump, por el otro.

Papa ha dicho que “no es lícito liquidar, matar una vida humana para resolver un problema”. Y fue igual de tajante al sostener que “una persona que sólo piensa en la construcción de muros, dondequiera que se encuentren, y no en la construcción de puentes, no es cristiano”.

Así, lacónico y preciso, Francisco dijo a comienzos de octubre a un periodista, cuando regresaba de Azerbaiyán: “Es una elección difícil para los católicos, porque hay algunas dificultades en uno y otro candidato”. Esas “dificultades” no responden a temas de segundo orden, sino a las raíces del mensaje evangélico que ve en la vida humana un don, desde la concepción hasta la muerte. Que ve en la apertura al otro, especialmente al extranjero, al pobre o necesitado, una vocación de humanidad genuina.

Clinton se prepara según sus propios dichos a “promover la salud reproductiva mediante planes de financiamiento popular, incluida la anticoncepción y el aborto. Mantener el financiamiento de PlannedParenthood, red popular que ofrece servicios de salud reproductiva, incluidos abortos” Para la Iglesia, esta visión de “la salud reproductiva” significa considerar el cuerpo de la mujer como si fuese una fábrica de seres humanos, algunos de cuyos “productos” pueden ser evitados por cualquier razón o desechados invocando problemas personales, o favoreciendo el tráfico de órganos de bebés abortados en clínicas de acuerdo a exigencias de mercado.

Donald Trump propone en su plataforma “prohibir los abortos tardíos excepto en caso de violación, incesto o problemas de salud. Eliminar el financiamiento de PlannedParenthood, red popular que ofrece servicios de salud reproductiva, incluidos abortos”.

El Vaticano recela de los abortistas y de los que quieren levantar  muros

Al respecto, Francisco afirmó en una exhortación a los médicos: “Ustedes que están llamados a ocuparse de la vida humana en su faz inicial, recuerden a todos, con hechos y palabras, que ésta es siempre, en todas sus fases y en toda edad, sagrada y siempre de calidad. ¡Y no por un discurso de fe... -no, no- sino de razón, por un discurso de ciencia! No existe una vida humana más sagrada que otra, como no existe una vida humana cualitativamente más significativa que otra. La calidad de un sistema sanitario no se mide sólo por la eficiencia, sino sobre todo por la atención y el amor hacia las personas, cuya vida es siempre sagrada e inviolable”.

Nada tenían que ver las opiniones de Hillary Clinton y de Teresa de Calcuta sobre el aborto, pero la nueva Santa de la Iglesia Católica logró que la candidata demócrata a la Casa Blanca construyera en Washington un orfanato para niños que estaban destinados a ser abortados.

El Ángel de Calcuta también hoy sigue afirmando rumbos para la Iglesia en Estados Unidos, con sus dichos en la Casa Blanca ante el presidente Ronald Raegan: “El aborto mata la conciencia y es la mayor amenaza para la paz del mundo; al abortar, la madre no ha aprendido a amar, ha tratado de solucionar sus problemas matando a su propio hijo”.

La Iglesia no condena al autor de un acto objetivamente reprobable, pero la misericordia que ofrece no es ciega, “pone en evidencia la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente asesinado, a sus padres y a toda la sociedad. El derecho inalienable a la vida de cada individuo humano inocente representa un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación”. La Iglesia en Estados Unidos afronta la relación de estos principios con la ética personal y pública. ““Existe un gran secularismo que impregna a la iglesia y se impone alrededor de nosotros, esto impulsa la necesaria urgencia de volver a proponer el Evangelio”, expresó el Cardenal Donald Wuerl, Arzobispo de Washington.

La misión de la Iglesia norteamericana tiene lugar sobre los resbaladizos peldaños de la Torre de Babel globalizada, donde una misma palabra adquiere significados diferentes e inspira acciones distintas, y aún contrarias.

“Esta concepción relativista del pluralismo –afirma el cardenal Ratzinger– no tiene nada que ver con la legítima libertad de los ciudadanos católicos de elegir, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común.

La libertad política –subraya– no está ni puede estar basada en la idea relativista según la cual todas las concepciones sobre el biendel hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural bien determinado.”

La Iglesia señala uno de sus roles ineludibles, aplicables a la responsabilidad del ciudadano ante la elección que nos ocupa: “No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas – y menos todavía soluciones únicas – para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno. Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral”.

La Conferencia Episcopal norteamericana se ha fijado, para los católicos, prioridades formativas que, de cara a las elecciones, sirven de espejo a fin de analizar racionalmente las plataformas de los distintos partidos políticos: defensa de la vida y la dignidad de la persona humana; promoción del matrimonio y de la familia fundada en la unión de un hombre con una mujer; la libertad religiosa y el derecho de los padres a educar a sus hijos y la formación de los fieles en la fe. A lo que hay que sumarle el compromiso social por las personas necesitadas.

En Estados Unidos, los inmigrantes indocumentados, es decir ilegales, son 11,3 millones –número que se mantiene estable desde el 2010– sobre una población total del país de 321.600.000 de habitantes. Las razones de la inmigración obedecen a la búsqueda de mejores condiciones de vida, impulsada por una marcada injusticia social en sus países de origen. El Vaticano recela de los abortistas y de los que quieren levantar  muros Imagen ilustrativa de cómo sería el muro que propone Trump. (Foto Estudio 3.14)

Donald Trump se propone construir un muro en la frontera con México; tolerancia cero con los indocumentados que han cometido algún crimen; deportarlos inmediatamente. Triplicar el número de los oficiales de deportación. Hacer un chequeo extremo de los inmigrantes. Prohibir la entrada de refugiados de Siria y Libia. Completar el sistema de rastreo biométrico de entrada y salida de quienes ingresan al país con visa.

Hillary Clinton promete que se empeñará en promover una reforma migratoria integral, que incluya un camino a la ciudadanía de los que actualmente viven indocumentados; la integración de los inmigrantes. Cerrar los centros privados de detención para inmigrantes indocumentados; reforzar el personal y la tecnología para mejorar el trabajo de la patrulla fronteriza. Permitir que familias ilegales puedan comprar planes de cobertura médica.

Estas posiciones de Hillary y Trump se confrontan con la actitud de la Iglesia hoy, a través de hechos y manifestaciones del papa Francisco. Precisamente en El Paso, frontera entre México y Estados Unidos, donde tantas y tantas personas perdieron la vida intentando mejorarla, el Papa argentino dijo que el camino del inmigrante "es un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados,secuestrados, sujetos a extorsiones, muchos de nuestros hermanos son objeto de comercio del tránsito humano. No hay que construir muros sino puentes –diferenció Francisco–. No hay que cerrar las puertas sino abrirlas.

Por eso pidió que cada parroquia acoja a una familia de refugiados. "Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto, del "padecer con”: la globalización de la indiferencia. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias”.